Francisco ‘Pancho’ Bozinovic Kuscevic, profesor de ecofisología de la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), es reconocido por su nutrida obra académica. Ganó el premio nacional de ciencias el año 2020, premio basado en la larga trayectoria como autor y coautor de más de 300 artículos y libros, y por ser un reconocido líder de opinión científica. Esta impresionante carrera se vio bruscamente afectada, cuando el 2021 se le diagnosticó cáncer de páncreas, lo que desencadenó en su fallecimiento el primero de enero del 2023. Varios obituarios han retratado la vida académica de Pancho de manera brillante. Sin embargo, desde la Sociedad de Ecología de Chile (SOCECOL), hemos querido hacer un pequeño tributo a Pancho como persona, exponiendo y resumiendo brevemente algunas de las características que le permitieron ser un científico integral, mediante el relato de quienes trabajaron con él.
Relatos y memorias
Rodrigo Barahona. Me es imposible partir sin escribir mi breve historia. Conocí a Pancho luego que mi tutora, Audrey Grez, me invitara a desarrollar mi tesis en ecofisiología en chinitas en su laboratorio. Pancho el día 1 me mostró que su laboratorio sería mi segunda casa. Trabajaba haciendo clases, por lo que los experimentos los hacía en ‘el turno de noche’. Pancho sin faltar un año, me deseaba feliz cumpleaños por Facebook. De alguna manera, eso me hacía sentir estimado y necesario. Luego de graduarme, pasaron muchos años sin verlo, hasta que me comunicaron de su enfermedad. El 2022, al iniciar una colaboración con Javiera Chinga, ella me dice: “mira quién viene ahí”. Era Pancho junto a Mauricio Lima, nos vimos y nos dimos un abrazo tan apretado que apenas pude contener las lágrimas al verlo. Me dijo: “¿cómo estai’ negro?” y nos pusimos a conversar como colegas. Me alegro tanto de haberlo visto aquella vez. Una semana antes del año nuevo, me comentan que Pancho estaba en estado crítico. Durante las primeras horas del 2023, Javiera me escribe para decirme que Pancho había fallecido.
Leer las anécdotas que mis colegas enviaron para describir a Pancho más allá del brillante y exigente científico que era, me avasalla. Nada de lo que pueda resumir o escribir de él le hará justicia. Por ello, decidí seguir un consejo que Pancho profesaba como si fuera un ‘mandamiento’ suyo y escribir este tributo de SOCECOL pidiendo colaboración.
Años 90: Laboratorio de Ecofisiología, Universidad de Chile y PUC (Por Roberto Nespolo)
Pancho fue contratado como profesor en el Departamento de Ciencias Ecológicas de la Universidad de Chile a mediados de los 80, con sólo 25 años y aún sin terminar su doctorado, pues su investigación en ecofisiología era ya muy reconocida. El laboratorio de Ecofisiología de la Facultad de Ciencias (1995-96) era popular entre los estudiantes. Pancho, además de ser muy buen profesor y científico, era bueno para la talla, jugaba pichangas, y no se perdía las fiestas mechonas. Sus estudiantes de postgrado, la «elite de Pancho», eran muy admirados: Pablo «Turko» Sabat, Maria Victoria López-Calleja (La «Mari»), Hugo Torres-Contreras, Willy Cáceres, Claudio Veloso. En el laboratorio participaba también Fernando Novoa (el «Fer»), que junto con el profe Rosenmann y Pancho, componían la planta académica del laboratorio.
Pancho organizaba numerosos seminarios y actividades académicas; nos hacía ir a clases de colegas y nos obligaba a opinar en el diseño de nuevos experimentos. Nos trataba a todos por igual, pre y postgrado. Nos enseñó a usar Windows 95 (y abandonar el DOS), nos obligó a usar Word (y dejar el Wordperfect), usar Power Point (y abandonar el papelógrafo), hacer figuras con SigmaPlot (y no en Excel), a correr Anovas (y no sacar conclusiones «a ojo»). Pero los mejores momentos eran los asados de los viernes. Ponía una parrilla en la parte de atrás del laboratorio, al lado de los «viveros rotativos» e invitaba a cuanto colega o estudiante pasara por ahí. Así conocí a Ernesto Gianoli, Manuel Contreras, Mauricio Lima, Carlos Martínez del Río, Jim Kenagy, Antonieta Labra y Marco Méndez. Aprendimos mucho en esos carretes inolvidables, en que se hablaba de la hipótesis y del experimento, pero también de fútbol, de política o de vida social. Pancho unificaba todo.
En el verano de 1996, Pancho se mudó a la PUC. El laboratorio de ecofisiología animal, con la oficina de Pancho anexa, se instaló en el último laboratorio del tercer piso del edificio antiguo (ahora el edificio de Derecho). Desde ahí, Pancho difundió rápidamente su estilo cercano, colocolino, medio flaite y exigente al mismo tiempo. Pancho demostró que lo hippie de los ecólogos trasciende instituciones: la gente de la católica es tan relajada (y productiva y exigente) como la de la U. de Chile. Él estaba convencido de que las rivalidades entre grupos era una tontera de egos; pero que representa el principal escollo para el avance del conocimiento. La mejor ciencia, decía, era la colaborativa. En el laboratorio, en esos tiempos, trabajaron como asistentes de proyecto Juan Opazo, Jorge Lagos, Diego Bustamante y Enrico Rezende. También pasaron por ahí Luis «Lenny» Castañeda, Mauricio Carter, Marco Lardies, Randy Finke, Leo Bacigalupe, Rubén Soto, María José Fernández, Pepe Pulgar, Daniel Naya, Fabio Labra, Marco Méndez, Luis Ebensperger, Rodrigo Ramos y María Victoria López, quienes generaban un ambiente de trabajo agradable y enriquecedor. Más recientemente el Cote, José Luis Muñoz, Sabrina Clavijo, Francisca Boher, La Cotín Orellana, Grisel Caviedes, Sebastián Martel, Tamara Contador, Matías Barceló, José Alruz, por mencionar algunas personas.
El «fitness» académico (por Roberto Nespolo)
A Pancho le gustaba hacer la analogía entre la dinastía académica con los pedigrees reales: hablaba de «hijos» y «nietos» académicos. Opinaba que -al igual en las historias de vida biológicas- el «fitness» o «adecuación biológica» debe medirse mediante el «reclutamiento», es decir, cuántos de tus hijos pasan a ser parte de la población (i.e., trabajan), y cuántos de tus hijos pasan a tener hijos (i.e., forman a nuevos científicos). Debido a esa filosofía, Pancho se obsesionaba con el bienestar de sus egresados, durante los primeros años de vida académica independiente. Esto tomó muchas formas: nos donó equipamiento para laboratorio, nos invitaba a proyectos colaborativos, nos hacía partícipes de comisiones de tesis, nos incluyó como coinvestigadores en sus proyectos, o viajaba para colaborarnos con clases y seminarios. La generosidad Bozinovic no tenía límites. Comprensiblemente, su «fitness académico» resultó ser enorme; con una dinastía de más de 30 «hijos», unos 40 «nietos» y al menos una veintena de «bis-nietos» haciendo ciencia en todos los rincones de Chile y Sudamérica
Pancho: el tutor, bromista y amigo
Francisco Bozinovic era hiperquinético y eficiente; versátil como pocos; colaborador y gentil, pero exigente e implacable. Todos y todas lo sabíamos. Sin embargo, había algo más fascinante en él: su calidez humana, simpatía y sencillez. Pancho era bueno para la talla, era un ‘estudiante’ más, siempre ávido de broma y retroalimentación. Sabrina Clavijo recuerda algunas de estas experiencias “Cada vez que me quejaba, me decía: ¡ahí salió la uruguaya! y arrancaba a imitar a un reconocido investigador de mi país diciendo “en Uruguay no hay subsidios”, con un acento uruguayo que de hecho le salía bastante mal, aunque estaba convencido que le salía bien”. Pancho era un reconocido y apasionado hincha del Colo Colo y eso siempre era materia de conversación y bromas. Francisca Boher da en el clavo en este aspecto: “tipo 11:00 ya quería estirar las patas, echar la talla y burlarse de a quien el Colo le haya metido los goles.”
Francisca Boher recuerda que debía arrancar de las bromas de su propio tutor para avanzar en sus manuscritos, pero también resalta la sencillez del mismo: “Admiraba de Pancho la versatilidad para moverse entre un tutor, maestro y guía, exigente y riguroso, y a la vez, ser cercano y divertido.”. Esta versatilidad fue clave para su desarrollo académico.
Pancho recorría habitualmente el 3er piso en busca de profesores y estudiantes a los cuales clavar una conversación o asestar una broma. Así generó numerosas colaboraciones y proyectos interdisciplinarios, incluyendo muchas tesis en co-tutoría. Incluso armó colaboraciones inter-departamentales. “Su energía era infinita y contagiosa. Siempre recuerdo con una sonrisa cómo llegaba a conversar con todo el mundo al laboratorio, de esto y lo otro, alguna contingencia nacional, alguna noticia de la universidad, y siempre lleno de energía, algo que todos admirábamos y bromeábamos con que tenía una tasa metabólica más alta que los humanos normales, ¡podía hacer tantas cosas en tan poco tiempo!.” (Natalia Ricote).
Pancho fue un pilar fundamental en la formación de sus “hijos e hijas”. No solo fue patrocinante o co-tutor de varias tesis, sino que también ayudó a abrir las pesadas puertas de la academia a quién lo quisiera. Leonardo Bacigalupe describe una de sus características más humanas: “Pancho hizo muchísimos esfuerzos financieros para que pudiera dedicarme a tiempo completo. Estoy 100% convencido que mi destino (tanto profesional como personal) habría sido muy diferente de no haberme cruzado con Pancho en el camino. Esas cosas jamás se olvidan.”. La cercanía de Pancho con los estudiantes generaba tal confianza que se generaban interacciones enriquecedoras para aquellas personas que descubrían un nicho en la ciencia. En este sentido, creo que las palabras de Natalia Ricote interpretan a muchos y muchas “Pancho era un verdadero mentor porque te daba esa sensación de que tú eras capaz de todo, de que si te proponías algo podías lograrlo, conversaba contigo como un igual haciéndote sentir inteligente y capaz siempre, nunca era condescendiente, nunca te subestimaba.”
El monito (por Roberto Nespolo) y la mosca (Por Rodrigo Barahona)
La historia del monito del monte gustaba mucho a Pancho, porque era su «conexión con el sur», que culminó coincidiendo con la entrega del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Austral de Chile. En la primera experiencia científica-experimental (inicios de los 80), antes incluso que su tesis de pregrado con el murciélago Myotis chiloensis, Pancho midió con el profe Rosenmann un monito del monte (Dromiciops gliroides) traído por un colega desde las cercanías de Concepción. Quedaron intrigados con este mamífero que parecía estar muerto en la cámara metabólica, y revivir después de varios días de inactividad. Rosenmann conocía la hibernación por sus experiencias en Alaska, pero tenía dudas de que fuera tan profunda como en los murciélagos o en la ardilla ártica. Decidió guardar los datos y las figuras (dibujadas en papel diamante), hasta poder comparar el patrón con los otros dos marsupiales chilenos descritos para la época: la yaca (Thylamys elegans) y la comadrejita trompuda (Rhincholestes raphanurus). Nunca capturaron comadrejita, y Pancho apenas pudo convencer al profe de publicar los resultados del monito, 20 años después. En ese trabajo, publicado en el Journal of Comparative Physiology B (2004) se describe al monito como el primer mamífero hibernante de Sudamérica, lo cual inspiró a Guillermo D’Elia a bautizar a una potencial nueva especie de monito, con el nombre de pancho («monito de Pancho», D. bozinovici). Esa publicación apareció en Journal of Mammalogy el 2016, y fue confirmada después por dos estudios genéticos el año 2022, realizados en el laboratorio de Roberto Nespolo. Hoy en día se reconocen 2 especies de monito, este «fósil viviente» como le gustaba decir a Pancho.
Cuando realizaba mi tesis con chinitas, empecé en paralelo a estudiar las moscas. Pancho intrigado por las moscas que llevaba al laboratorio, un día nos pregunta (junto a Matías Barceló): bueno, ¿y cuando me vai’ a dedicar una mosca?. En ese momento me reí porque dentro de la taxonomía, las especies con dedicatoria, se las turnaban aquellos con lazos de amiguismo. Pancho rompió en su estilo ese dogma siendo directo, aunque creo que nunca pensó en verdad que le íbamos a dedicar una especie. En aquel entonces, luego de la publicación de D. bozinovici por el grupo de Guillermo D’Elia, cuatro papers echaban por tierra la nueva especie de monito de monte y Pancho decía: “me quitaron el monito”. En el año 2020, publicamos en la revista Zootaxa dos nuevas especies de Myopa, unas moscas de la familia Conopidae que eran parasitoides de abejas. Cuando salió publicado, Pancho nos escribió: “honor que me hacen muchachos! Muchísimas gracias”. Ya en el laboratorio de vuelta recuerdo a Pancho bromear diciendo con que su nueva especie se ‘piteaba’ las abejas y que por eso era ‘chora’.
Estimado y querido Pancho, amigo, mentor, colega, te fuiste demasiado pronto. Sin embargo, tu legado vive en nosotros, tus “hijos/as” y “nietos/as” académicos. Te extrañamos.