La evidencia científica es clave
¿Chile carbono neutral al 2050? La COP25 es una oportunidad histórica para que el Chile forestal sea reconocido como un líder en responsabilidad climática y ambiental. Sin embargo, esto requiere establecer una colaboración intersectorial informada, científicamente robusta, socialmente sostenible y transparente. Sin estos componentes, el potencial liderazgo corre el riego de profundizar una crisis ambiental que ya ha mostrado sus efectos en amplios territorios del país.
La próxima COP25 abre una oportunidad histórica, no sólo para avanzar hacia una mayor sustentabilidad, sino para empujar las trasformaciones que el mundo necesita para alcanzar objetivos de desarrollo y bienestar humano. Chile se ha propuesto una meta admirable y ambiciosa: alcanzar carbono neutralidad para el 2050. Siendo nuestro país una economía fuertemente anclada en la explotación de recursos naturales, este encuentro abre una oportunidad a los sectores productivos de actuar frente a la crisis climática, y a las consecuencias económicas y sociales que se derivan de ella.
La industria forestal es un sector productivo de gran importancia nacional, y su participación en alcanzar la meta de carbono neutralidad es actual foco de discusión. Sin embargo, para hacer una contribución efectiva a la mitigación de gases de efecto invernadero, la industria silvícola deberá adaptarse a los desafíos y necesidades del siglo presente y futuro, logrando así construir capital, al mismo tiempo que generar beneficios sociales y ambientales. Para esta transformación creemos que es fundamental considerar al menos cuatro principios científicamente demostrados:
1. Se debe contabilizar la emisión neta de carbono de todo el proceso productivo, no sólo de las plantaciones. Si bien las plantaciones forestales de rápido crecimiento tienen el potencial de capturar carbono a una alta tasa, para estimar la efectividad real de esta medida, se debe considerar el total de emisiones asociadas a la cadena completa de producción. El carbono inicialmente capturado por una plantación, debe ser ponderado considerando el ciclo completo de los productos que se fabrican de sus árboles. La evidencia científica demuestra que la mitad del carbono contenido en la pulpa para papel, y en productos madereros como madera aserrada, tableros y chapas, regresa a la atmósfera al cabo de 2 y 30 años, respectivamente. Además, entre un 30% y un 60% del carbono secuestrado inicialmente en las plantaciones se emite durante la producción de pulpa, por lo tanto, medidas de mitigación efectivas requieren contabilizar todo el proceso asociado a la producción.
2. La sustentabilidad y la relación costo-efectividad de las medidas debe considerar los costos sociales y ambientales de éstas. La sustentabilidad está compuesta por tres pilares, y es efectiva sólo cuando se integran consideraciones sociales, culturales y ambientales para definir su costo real de implementación. Hoy existe suficiente evidencia científica sobre los impactos sociales, económicos y ambientales de las plantaciones forestales con especies exóticas. Por ejemplo, las plantaciones afectan la disponibilidad de agua. Esto redunda en ciudades, pueblos y comunidades con escasez hídrica creciente, en una producción agrícola deficiente, y en la degradación de ecosistemas y su biodiversidad. Además, parte del impacto social de nuestro sistema silvícola incluye mayores tasas de emigración rural y de conflictos territoriales. Finalmente, tampoco se debiera omitir el aumento del riesgo de incendios forestales, el cual se ha asociado a la masiva y homogénea actividad silvícola de pino y eucaliptus. Incendios forestales que además emiten toneladas de carbono a la atmósfera y que deben ser también incluidas en las cuentas de carbono. Si se ignoran los costos sociales y ambientales en la evaluación de la propuesta forestal estaremos inflando su efectividad.
3. Conservar y restaurar bosques naturales nativos es la forma más efectiva y eficiente para mitigar efectos del cambio climático. Evitar el remplazo de bosques naturales nativos y promover su restauración, cumple un criterio esencial para combatir el cambio climático: maximizar la cantidad de carbono almacenado por unidad de área y el tiempo de residencia de éste en los hábitats terrestres. La clave de esta eficiencia está en la mayor diversidad estructural de los árboles, arbustos y hierbas que conforman los bosques nativos. Por ejemplo, bosques con mayor abundancia de árboles longevos –aquellos que demoran cientos de años en completar su ciclo de vida- logran un mayor almacenamiento y tiempo de retención promedio de carbono, que plantaciones de árboles de crecimiento rápido. Éstas últimas, al tener ciclos de vida más cortos, presentan un aumento transitorio en el carbono almacenado, seguido por una etapa de emisión de carbono una vez completada la madurez. Por consiguiente, una mayor tasa de crecimiento y absorción, no implica una mayor capacidad de almacenamiento de carbono. Por lo mismo, producir productos maderables de larga duración no debe tratarse como una eficiente medida de mitigación. Por último, dada la eficiencia de los bosques naturales para almacenar carbono por unidad de área, su protección y restauración es una de la acciones más efectiva; la que debe alinearse y compatibilizarse con medidas de mitigación de múltiples sectores.
4. Se deben implementar definiciones de ‘bosque’ que incorporen su valor ecológico, cultural, social y económico. Las definiciones de bosque proveen las bases institucionales, legales y operacionales para normar cómo y qué deforestamos, reforestamos y restauramos. Para diseñar instrumentos de mitigación que respondan a los diversos intereses sectoriales, es necesario implementar definiciones de bosque que den cuenta de las múltiples dimensiones ecológicas, culturales y sociales que éstos representan; más allá de su valor instrumental y comercial. Históricamente, muchos países (incluido Chile), han adoptado una definición operacional de bosque, la cual se basa únicamente en la estructura de éste: la altura de los árboles, la cobertura de sus copas y la superficie que éstos ocupan. Dada esta definición, una plantación comercial es equivalente a un bosque natural nativo, consideración que genera serias limitaciones en la gobernanza de nuestros paisajes y al momento de diseñar instrumentos de mitigación que sean compatibles con metas ambientales y sociales. Por ejemplo, bajo esta definición, restaurar con plantaciones comerciales puede ser reportado como expansión de cobertura de bosque, lo que, como ya se ha señalado, acarrea costos asociados a pérdida de biodiversidad, producción de agua, riesgos de incendios, entre otros. Además, el acceso a mercados basados en la protección de bosques nativos también puede verse afectado al no utilizar definiciones de bosque exhaustivas.
La propuesta del sector forestal chileno para contribuir a la meta de carbono neutralidad de Chile, liderada por la Corporación Chilena de la Madera (Corma), aspira a extender la superficie arbórea productiva en 2.000.000 de hectáreas. Esto es 4 veces más de lo propuesto por el Consejo de la Política Forestal en su estrategia sectorial 2015-2035, y equivaldría a cubrir con monocultivos de árboles, nativos o endémicos, otro 2,6% adicional de Chile. Una superficie 31 veces más grande que la de Santiago. Además, la Ley de Restauración Forestal-Ambiental recientemente anunciada por el Ministerio de Agricultura, propone un fomento forestal para pequeñas y medianas empresas para subsidiar plantaciones productivas; respaldado por una prórroga del histórico Decreto Ley 701.
Como todo sector productivo, la industria forestal tiene la oportunidad de jugar un rol transformativo para lograr la meta de carbono neutralidad de nuestro país. Sin embargo, el diseño de sus medidas de mitigación y adaptación deben considerar los puntos antes señalados. El país cuenta con un capital humano multidisciplinario de primer nivel para la integración de nuevo conocimiento, un nuevo Ministerio de Ciencias para alinear y guiar esfuerzos transversales, y los mecanismos de gestión necesarios propuestos por el Anteproyecto de Ley de Marco de Cambio Climático a fin de generar en conjunto con la industria iniciativas más efectivas y sustentables.
La próxima COP25 y nuestra meta de carbono neutralidad son oportunidades históricas para posicionar a Chile como un líder latinoamericano en responsabilidad climática y ambiental. Pero dicho posicionamiento precisa de la colaboración informada, científicamente robusta y socialmente sostenida, de los sectores productivos. De lo contrario, este potencial liderazgo corre el riesgo de profundizar una crisis ambiental y no contribuir a esta meta y esfuerzo nacional que tanto se necesita.
* Olga Barbosa, Paz Durán y Bárbara Saavedra
Sociedad de Ecología de Chile, Wildlife Conservation Society, Chile, Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile y Sociedad Chilena de Socioecología y Etnología.
Fuente: www.latercera.com